Pasaron cinco años desde el inicio de la cuarentena
Era el atardecer del jueves 19 de marzo de 2020. Las imágenes que llegaban desde otros continentes eran devastadoras y desoladoras. Un virus incontenible avanzaba como una ola en altamar y producía colapsos en todos los sistemas sanitarios a nivel mundial. La incertidumbre asechaba y transformó el modo de vida que se conocía hasta ese día.
Alberto Fernández, junto Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta, lanzaron el mensaje que ya era un secreto a voces. “A partir de las 0 horas de mañana deberán someterse al aislamiento social, preventivo y obligatorio. Esto quiere decir que a partir de ese momento nadie puede moverse de su residencia. Todos tienen que quedarse en sus casas. Si nos quedamos en casa nos preservamos todos y el contagio será menor”, esbozó el máximo mandatario.
El viernes por la mañana no fue una jornada más. Sino la primera de una etapa que para muchos se tornó eterna. Que dejó aprendizajes, disgustos, angustia, llantos y lamentos. Pero que también regaló aplausos en el medio del silencio para los profesionales de la medicina y permitió darles el respiro que otros colegas no tuvieron en sociedades que se consideran más avanzadas.
En Casilda, el coronavirus se cobró al menos 176 vidas según los informes que dio a conocer el Hospital San Carlos de manera ininterrumpida hasta 22 de febrero del 2022. Mientras que en la provincia de Santa Fe se reportaron más de 9200 fallecidos hasta el mes de julio del mismo año.
El cachetazo fue tremendo. Y nadie dijo que sería sencillo de sobrellavar. El nuevo diccionario de palabras incluyó barbijo, alcohol en gel, distanciamiento, protocolos y vacunas. Se exacerbaron situaciones sociales y económicas que estallaron más temprano que tarde. Desnudando la capacidad del Estado para hacer frente a todas las demandas. Aunque esta última parte, siempre resulta familiar por estos lados.
A cinco años de aquel momento insólito y digno de una película taquillera, la reflexión que se ocurre es saber que somos vulnerables en todos los aspectos. La vida es frágil e impredecible. Y no todo pasa por la planificación y el poder. Incluso quienes más se preparan y más ostentan, tienen enemigos que los pueden desestabilizar.
Hoy es sano decirlo y necesario para recordar. Los partes epidemiológicos nos mostraron la peor cara. La de los contagios, los muertos, las ausencias y los golpes bajos. Lo que probablemente nunca vamos a saber, y eso es parte de la empatía que tanto se profetizó, es cuantas vidas salvamos.