Netflix lo volvió a hacer: nos tiró una historia de amor improbable, un asesino conflictuado y un vivero con más secretos que plantas. Así aterrizó El Jardinero, una serie española de seis episodios que, con olor a éxito (pero sin perfume emocional), se instaló en el primer puesto del ranking. Pero, ¿vale la pena verla o es solo una planta de plástico en el jardín de las plataformas?

La premisa no puede ser más jugosa: Elmer (interpretado por Álvaro Rico), un asesino a sueldo incapaz de sentir (ni culpa, ni amor, ni ganas de regar sus vínculos) se enamora de su próxima víctima: Violeta, una tierna maestra jardinera con nombre de flor. Todo bajo la atenta mirada de su madre, una matriarca jardinera interpretada por Cecilia Suárez, que parece salida de un crossover entre Cruella de Vil y Walter White con guantes de jardinería.

La idea es buena. Lo que brota… no tanto.

La serie, creación de Miguel Sáez Carral y dirigida por Mikel Rueda junto a Rafa Montesinos, entiende muy bien las reglas del streaming: capítulos cortos, mucho cliffhanger, y una estética calculada al milímetro. Todo se ve hermoso. Todo se siente… medio vacío.

Álvaro Rico compone un Elmer que parece más una suculenta decorativa que un psicópata en crisis. Catalina Sopelana, como Violeta, es pura dulzura, pero también es tan predecible que uno ya sabe cómo va a actuar antes de que lo haga. Y Suárez, desatada y vestida como si administrara un spa de rosas venenosas, se roba cada escena, aunque parezca actuar en otra serie paralela más intensa y sabrosona.

Lo más interesante, eso sí, crece entre líneas: El Jardinero funciona mejor como metáfora que como historia. La jardinería como símbolo de control emocional, los vínculos como plantas manipuladas para florecer donde no deberían, y Elmer como bonsái humano, entrenado para obedecer.

Pero claro… cuando el romance florece, también florecen los clichés. La historia de amor no evoluciona, simplemente se monta como una pérgola decorativa. Y cuando el final llega, no lo hace como un brote esperanzador, sino como una maceta que se cae desde la ventana. Ruido, tierra y poco impacto.

Entonces, ¿vale la pena verla? Sí… si buscás algo rápido, estéticamente prolijo y con tintes de novela negra disfrazada de thriller. No esperes que te emocione ni que deje raíces profundas. Porque El Jardinero es como esas plantas de showroom: divinas a la vista, pero sin aroma ni alma.