"Trae alfajores"
La historia del porqué traemos alfajores cuando nos vamos de viaje
Pero, ¿cómo comenzó esta costumbre? Los alfajores, cuyo origen se remonta a la influencia de la cocina árabe en España y su posterior llegada a América Latina con los conquistadores, encontraron en Argentina un terreno fértil para convertirse en un símbolo nacional. Con el tiempo, cada región del país comenzó a desarrollar su propia versión de este delicioso dulce, utilizando ingredientes locales y dándoles un sello distintivo.
La tradición de traer alfajores de viaje comenzó en la época en que las rutas comerciales y ferroviarias empezaban a conectar distintas partes del país. Los viajeros, al visitar nuevas provincias, solían traer productos locales como presentes para sus familias y amigos. Entre esos productos, los alfajores se destacaron rápidamente por su practicidad, durabilidad y exquisito sabor, convirtiéndose en el souvenir predilecto.
Cuenta el mito popular que la primer alfajorería de Argentina se llamó Merengo, ubicada en Santa Fé, donde se estaba gestando la Constitución de 1853. Al parecer, los políticos que participaron de esas reuniones se juntaban en el local de Merengo a debatir. Incluso, varios historiadores aseguran que en la planta alta del local (el único edificio que tenía planta alta en la ciudad) se realizaron los escritos que derivaron en el texto final. Al irse de Santa Fé y volver a sus pagos, los asambleístas llevaban alfajores de esa marca como obsequio.
Lo cierto es que la práctica de traer alfajores se mantiene vigente hasta nuestros días. Ya sea por negocios o placer, no es raro que los argentinos regresen a casa con una caja de alfajores, seleccionados cuidadosamente para compartir un pedazo de su experiencia con seres queridos. Esta costumbre se metió tanto en la sociedad que omitirla es casi impensable; se espera que quien viaje, no regrese sin ellos.
Con la famosa “década del noventa” se impuso una variante al alfajor que fueron los garotos brasileños o las mentitas conocidas como “After Eight”. Fueron épocas de vacas flacas para el turismo nacional y una explosión para los viajes al exterior. La gente volvía y compraba por monedas un montón de dulces importados. Esas son épocas pasadas.
La historia del alfajor es, en efecto, un reflejo de la historia de Argentina: diversa, rica y profundamente conectada con sus raíces culturales. Desde los alfajores de fruta en Córdoba, pasando por los triples santafecinos, hasta los rellenos de dulce de leche en la costa , cada uno cuenta una historia,