“Todos tenemos una historia que contar”
Storytelling es el recurso de moda usado por políticos y sus asesores en las campañas electorales para hacerlos llegar a la gente de una manera más cercana. Pero puede también transformarse en una herramienta que los separe de su electorado
Cercanos a un año electoral, los movimientos empiezan a notarse. Los votantes buscan saber. Los asesores en comunicación buscan las herramientas para que la comunicación fluya de manera natural y cercana. Buscan que los candidatos se conviertan en parte de la cotidianeidad, que hablen de los problemas diarios y que sean los depositarios de la confianza. Todos miran, todos buscan. Todos hacen.
Los ciudadanos, desencantados y frustrados, buscan convertir la necesidad en respuestas, el reclamo en propuestas, la angustia en esperanza, sus sueños en realidades concretas. Y la política mira, viendo qué decir, qué proponer.
Los posibles candidatos, buscan la manera más exitosa a través de la cual puedan calar hondo en la sensibilidad y racionalidad de la ciudadanía. Hay que generar un vínculo de cercanía. Hay que dar respuesta. Hay que llegar a la gente. Hay que lograr romper la barrera que hoy separa a la política de la gente. Y ahí aparecen las historias por contar. Hay que buscar una buena historia. Todos tenemos al menos una historia contada y alguna por contar.
Contar historias es un hábito que nace en la humanidad desde tiempos remotos y lo utilizamos desde muy chicos, cuando los grandes nos relatan historias, un cuento antes de dormir. No es casual que esas historias sean recordadas y logren captar la atención de manera incomparable. Así funciona la mente.
El “Storytelling” (contar historias), es un recurso que se está transformando en el principal caballo de batalla en el mundo de la política, es el preferido de los asesores.
Pero no a todos les queda igual de natural relatar una historia buscando la complicidad, empatía y cercanía de la gente. Hay que narrar historias reales. Historias de personas con las que se interactúa., o sus propias historias. Barack Obama manejaba ese recurso como una habilidad innata, lograba despertar la emocionalidad de la gente con su propia historia de superación personal, con sus vivencias.
En la Argentina también desde hace tiempo se viene incorporando el Storytelling a las campañas electorales, y sin lugar a dudas podemos referenciar como ejemplo a la entonces coalición “Cambiemos”, que supo generar propuestas creativas, cercanas y emocionales en sus candidatos, lo que le dio un giro al modo de presentar y difundir ideas y compromisos e impactó de manera contundente en los resultados. También llegó como modalidad comunicativa al actual Frente de Todos.
Pero, ¿qué pasa cuando las historias que se cuentan no son reales, cuando son una mera invención de la comunicación política? Es aquí, donde aparece una necesaria revisión sobre la esencia del Storytelling, para de esa manera evitar que aquello que por naturaleza nos acerca, en última instancia nos aleje, extermine nuestra alicaída confianza y termine siendo nuestra condena. Porque el principal requisito de este recurso consiste en que las historias que vayan a contarse, sean reales, sobre hechos sucedidos y acciones protagonizadas; de ninguna manera vale crear una ficción, una novela. Y menos aún contratar a extras que hagan de actores del relato.
La gente se espanta si la historia que se quiere contar es la de una obra pública inaugurada muchas veces y no terminada, extras en actos públicos contando lo bien que están o cómo mejoran los índices inflacionarios. O más grave aún, políticos que cuentan un relato de índices mejorados, de igualdad de oportunidades o de crecimiento frente a una cruda realidad contrastada por la propia gente.
Puentes que no conectan caminos, porque son inexistentes; bolsillos que no alcanzan a cubrir las más básicas necesidades; alumnos que concurren a las escuelas con hambre (de comer, y luego de aprender).
Cuando con el formato de Storytelling se pretende “relatar relatos”, no queda otra opción que acudir a actores que representen una ficción. Y es aquí cuando los archivos nos condenan.
Por eso más que nunca tenemos que saber que el acceso al chequeo de la información que queremos transmitir hoy está en la mano de cualquier ciudadano. Los teléfonos son la principal herramienta que tiene la gente para saber qué hay de cierto en eso que nos cuentan.
Si se va a apelar a la emocionalidad de la gente y a generar un vínculo con los votantes a través de esa historia, lo primero que tenemos que hacer es contarla de verdad. A veces no es fácil, pero hay que encontrar esa historia.
Porque al final del día todos podemos tener una historia que contar, pero todos queremos poder escuchar una verdadera historia contada.