Malvinas lejos de casa, así veía el mundo el conflicto entre Argentina y Gran Bretaña
39 años transcurrieron desde aquel día en que todo comenzó a cambiar. Esa jornada en la que el pueblo nacional, obnubilado por un patriotismo genuino, pero barato, no vio venir uno de los peores errores que cometió a nivel internacional. El gobierno de facto de Leopoldo Fortunato Galtieri fue al choque con una de las potencias más importantes de Europa y el mundo, ocasionando un conflicto del que se habló en todas partes.
En esta oportunidad, y más allá de sembrar nuestro respeto por aquellos valientes hombres que fueron a defender nuestra bandera al Atlántico Sur, nos metimos en el archivo y recreamos que pasó desde que las tropas nacionales retomaron la posesión de las Islas Malvinas. Para eso recurrimos al material que prestó gentilmente un casildense que en esa época vivía en Estados Unidos y no por eso dejó de leer las noticias que llegaban.
Fabián Giugge acercó a Radio Casilda y CasildaPlus.com una colección de ejemplares del Diario de las América. Un matutino realizado por capitales latinoamericanos que se distribuía en Miami, una ciudad que siempre fue recurrente para los compatriotas.
En ese entonces, abril de 1982, el casildense estaba sentado en suelo norteamericano y, curiosamente, atendía un puesto de diarios. Por lo que las novedades del conflicto que había entre Argentina y Gran Bretaña se llevaban gran parte de las portadas. "Los estadounidenses me decían que nos habíamos comprado un problema. Yo era chico y estaba contento porque pensaba que era una buena noticia que Argentina retomara la posesión de Malvinas", recordó.
La portada del Diario de las Américas del martes 13 de abril de 1982 ya rezaba un titular que hacía prever un problema insalvable: 'Argentina lo negocia "Todo, excepto la soberanía" y responderá al ataque'. En el interior del mismo había detalles de las negociaciones que habían emprendido desde la ONU, a través de la embajadora Jeane Kirkpatrick. Quien quería evitar a toda costa una guerra entre dos aliados estratégicos de Estados Unidos.
Esas semanas intensas, en las cuales los británicos pedían la retirada de la armada argentina para sentarse a negociar respecto de la soberanía del archipiélago, generaron posiciones encontradas. Aun entre los miembros de la OEA. Giugge pudo palpar eso en las calles de Miami. "Por lo general los yankees eran más sutiles que los latinos. Tenían una posición neutral. Muchos centroamericanos nos criticaban y ni sabían donde era la guerra", aseguró.
Lo cierto es que los titulares fueron creciendo en tono agresivo entre ambos bandos. Cada día había más puntos de amenaza y menos acuerdos. La figura del secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, se fue debilitando. Ni siquiera las expresiones del Papa Juan Pablo II pudieron torcer las posturas del Galtieri y Margaet Thatcher.
A esa altura, los argentinos ya habían comprado todo el paquete que les había vendido el gobierno de turno. El merchansing con los colores celeste y blanco, más las ilustraciones de las dos islas principales eran moneda corriente. Hasta el mismo Giugge recuerda que tenía calcomanías de la bandera argentina que lo llevaron a tener más de un inconveniente por los lugares donde decidía pegarlas en suelo norteamericano.
El conflicto bélico de Malvinas fue presentado en la época como "una heroica conquista". Como lo tituló -irónicamente- el periodista Fray Silvestre, quien escribió una columna brillante por esos días para el Diario de las Américas. Rescatamos unos pequeños fragmentos...
"Cuando un país sufre por largo tiempo una crítica situación económica o tiene problemas sociales graves, para distraer la atención del pueblo el gobierno echa mano a diferendos fronterizos, con o sin razón", cuenta el escritor. Y añade: "Argentina es el mejor ejemplo...Galtieri tuvo una feliz idea. En vez de mirar hacia Chile, donde fracasó en sus intenciones, recordó la vieja reclamación sobre el archipiélago ocupado por los ingleses".
Enseguida, Silvestre describe las órdenes que dio el presidente a la Marina para avanzar sobre la ocupación de las islas, que en ese entonces estaban desguarnecidas ante un no muy probable ataque. Finalmente refiere: "Después de conocerse la hazaña, se reunieron en la Plaza de Mayo más de 20 mil personas que se olvidaron de hambrunas y sus muertecitos para dar vivas al glorioso ejército".
No fue un acto de patriotismo, no fue por convencimiento ni por azar. Ni siquiera fue algo premeditado, masticado y con las reglas claras sobre la mesa. Fue una osadía que costó y sigue costando vidas. Nadie necesita un papel, una autoridad, una santidad que nos diga lo que realmente nos pertenece.