Mallas y diversidad de talles: que no quede un cuerpo afuera del verano
Dos diseñadoras y emprendedoras locales cuentan qué pasa con la demanda de bikinis y enterizas con la llegada del calor. Cómo es la interacción con sus clientas y la apuesta a hacer un abanico de modelos acorde a lo que manda la ley.
"Finalmente encontré una bikini que me queda bien, estoy cómoda, me entra, no me aprieta". El mensaje llega mil veces, redactado de mil formas distintas: algunas acompañado de historias personales, de más o menos signos de admiración, de lágrimas, de agradecimientos infinitos, de fotos. Del otro lado, productoras y diseñadoras independientes entienden a sus clientas y aún así siguen sorprendiéndose: ¿por qué decir gracias si hacemos lo que corresponde? Agostina y Lupa están detrás de dos marcas de diseño local que apuestan a hacer todos, pero todos, los talles. En diálogo con RosarioPlus.com, cuentan qué pasa con las demandas cuando se trata de pasar el verano y no morir de calor en el intento.
Agostina Castellani tiene 34 años y hace poco más de dos años que trabaja exclusivamente para su marca, Antipop. Las prendas que diseña y vende van del talle XS al XXXXL y si bien las preguntas siempre están, cuando se trata de comprar una malla vienen al por mayor. “Yo veo que hay un poco más de consulta y de duda respecto a cómo calza, cómo queda, qué tapa, hasta dónde llega. Con otro tipo de prendas no se duda tanto. Pero yo por suerte veo también que hay un poco más de liberación, de animarse a mostrar”, explica a este medio.
“Definitivamente, el verano es y será el momento más conflictivo del año. Lo que se deposita en un traje de baño, de manera totalmente negativa, es enorme. Siempre trabajamos con personas que compran por primera vez en estas épocas y hay todo tipo de crisis: la desesperación para que llegue lo pedido, la desconfianza de comprar por internet, el miedo de haber comprado mal el talle o que no les guste como les queda”, cuenta Lupa, al frente de la marca Crema.
Crema existe desde principios de 2019 y pese a que la comunicación de la marca mejora con el paso del tiempo, cuando empieza el calor empiezan las semanas más presión y ansiedad por parte de las clientas. “Parece que se juega algo parecido a una final, cuando en realidad se debería esperar con alegría una compra que hiciste de algo que te gusta”, reflexiona Lupa. Cuando alguna bikini que mandan queda mal, los mensajes pidiendo el cambio son con “desgarro total o ira incontrolable”. “No hay forma que no me quede pensando cada enero en estos mensajes, no porque me los tome personal, sino porque no puedo parar de sentir que no va a cambiar ese sentimiento de tener que llevar una bikini que nos quede linda y cómoda y cualquier situación por fuera de eso es un fracaso rotundo. Y frente a eso, alguien tiene que tener la culpa: o una misma o la marca a la que le compro”, dice la diseñadora.
No es marketing, es la ley
Para Agostina, el abanico de talles no es una cuestión de marketing. Es, simplemente, lo que está bien y lo que dice la ley. “Es algo que intento naturalizar, pero mucha gente me pregunta si la prenda es talle único o en qué talle viene. Y eso me sorprende. También me parece increíble que tantas personas me agradezcan por incluir todos los talles. Más allá de que hay un montón de marcas que se están sumando a esto, lo cual es buenísimo porque se está naturalizando, sigue sorprendiendo que una marca tenga todos los talles”, destaca.
Pareciera que la demanda de más talles corresponde únicamente a los cuerpos gordos. Sin embargo, se trata de diversidad corporal: hay tantos cuerpos como personas. Y casi ninguno de esos tiene la estética que se busca cuando llega el verano. “Hasta los cuerpos dentro de lo que supuestamente sería la norma son muy distintos”, subraya la creadora de Antipop. “Se trata de abrazar la diversidad, porque hay más cuerpos no hegemónicos que hegemónicos. Es absurdo que un montón de marcas no tengan talles cuando la mayoría estamos por fuera de la norma”.
“Justificarse en el dinero es una excusa”
“No ví, ni veré jamás, un conflicto de interés entre el deseo de una persona con cualquier medida de tener una prenda a que llegue a tenerla. Simplemente pensé en eso y ejecuté la marca desde ahí”, dice con seguridad Lupa, al frente de Crema. La decisión de tener un amplio abanico de talles nació con la marca, lejos de la sanción de la Ley Nacional de Talles y más aún - todavía aún - de su real implementación.
“Me resulta difícil de entender, inclusive desde lo económico, cómo las marcas reducen tanto su público haciendo uno, dos o tres talles solamente. No ví nunca un inconveniente en armar una curva mayor, pero sí era necesario plantear a la inversa el sistema productivo: que las personas encarguen por necesidad y nosotras produzcamos desde ahí. Porque es difícil stockearse sin conocimiento previo y atinar con la cantidad de prendas producidas, además que la inversión produciendo previamente es mucho mayor”, explicó.
Lupa, que todos los días piensa, chatea, calcula, corta y empaqueta, sostiene que excluir talles justificándose en la pérdida de dinero es una excusa. “Todas esas estructuras productoras textiles tienen la infraestructura para costear un buen contador que les calcule cómo promediar un costo”, agrega, riéndose. Para ella, el motivo real es cultural: en nuestro país la ponderación de la flacura tiene un grado de obsesión altísimo. “Es una bajada de línea de la alta costura y aún hoy no se ve ninguna marca líder mostrar más de un tipo de cuerpo, creyendo que un cuerpo solo puede funcionar como percha. Y acá consumimos mucho ese tipo de moda. Si bien hay marcas trendy que muestran alguna pluralidad, no son quienes determinan la moda, las casas de alta costura de europa son quienes se sientan a decidir lo que nos vamos a poner y en esos espacios todavía no se ha desarrollado una ampliación de ningún tipo. Como todo, creo que en algún momento van a estar obligados a realizar una modificación porque la presión social los va a ir empujando. Pero, honestamente, todavía no la veo”.