La puesta en escena
Una imagen que se pareció más a la presentación del “frente de frentes” que se alista para los comicios del año próximo, que a la llegada de un testigo irrelevante para una causa clave que ya está muy avanzada.
La presentación de esta semana del diputado Maximiliano Pullaro como testigo en la causa que se sigue contra el capo narco Esteban Alavarado, no tuvo desperdicios. Filmado en su ingreso al Centro de Justicia Penal con varios celulares, el ex ministro de Seguridad de Miguel Lifschitz no quería perderse la oportunidad de destacar que el encumbrado criminal había sido arrestado bajo su mandato.
Su testimonio no aportó nada más que lo que se sabía y en realidad todo el mérito por el arresto lo tuvieron los oficiales de la Tropa de Operaciones Especiales (TOE), y sobre todo el policía que no dudó en tirarse al agua de un embalse en Córdoba para rescatar el Iphone que Alvarado había arrojado antes de ser capturado. Los dólares invertidos en desencriptar ese teléfono en los Estados Unidos valieron la pena para el armado de la causa.
Acompañado por los diputados provinciales del socialismo Clara García, Joaquín Blanco y Gabriel Chumpítaz del PRO; la presencia de Pullaro en el Centro de Justicia Penal de Rosario se pareció más a la presentación del “frente de frentes” que se alista para los comicios del año próximo, que a la llegada de un testigo irrelevante para una causa clave que ya está muy avanzada. La prueba es que el video del ingreso de Pullaro fue editado al detalle y puesto en redes sociales como publicidad paga.
Pero el ex ministro de Seguridad también aprovechó el momento para volver sobre aquel extraño allanamiento a una casa en la isla propiedad de la vicegobernadora Alejandra Rodenas. Un hecho sobre el que nunca aparecieron pruebas ni actas y que se dio -curiosamente- a muy pocos meses de las elecciones a gobernador en Santa Fe.
La idea de Pullaro de quedar como el responsable de la detención de Alvarado y de paso ensuciar al gobierno provincial actual, sacó de las casillas al ministro de Gestión Pública de Santa Fe Marcos Corach que se despachó por redes sociales. “Lo que debería explicar Pullaro es por qué en su lamentable gestión en el Ministerio de Seguridad el narcotráfico y el poder político caminaban por la misma vereda”, dijo Corach para agregar que el ex funcionario “dejó un verdadero desastre que hoy sufren los santafesinos y santafesinas”. Y no terminó ahí, le pidió que “se haga cargo y deje de señalar con el dedo como si hubiese sido un espectador de lujo” de la crisis de seguridad de la provincia.
Pero además Corach reconoció que aún hay profundas deudas en materia de seguridad en la provincia pero sí se encargó de subrayar en lo que el gobernador Omar Perotti insistió hasta el cansancio: “Este gobierno trazó una raya entre los delincuentes y la política”.
Es claro que el tema volverá a ser uno de los ejes de las futuras campañas políticas, más teniendo en cuenta que muy lejos quedó un entendimiento que atraviese a las distintas fuerzas políticas para desarrollar políticas públicas a largo plazo. Sería la única manera de encontrar un camino que no lleve al empeoramiento de la situación.
Y el elemento policial sigue siendo un factor clave. La fuerza en Santa Fe ya no es abrumadoramente connivente con el delito, pero tampoco llega a un grado de especialización y remuneración acordes con la situación. Los agentes santafesinos alcanzaron algunos aumentos, pero siguen ganando mucho menos que sus pares bonaerenses y casi un tercio de lo que percibe un agente de la fuerza de CABA.
Perotti cedió al pedido que se hacía desde la oposición. Ante la falta de resultados más concretos citó a la Junta Provincial de Seguridad, un enorme conciliábulo incapaz de tomar decisiones de fondos y donde la información sensible sobre estos temas no encuentra ámbito para ser compartida.
La criminalidad organizada -sobre todo en Rosario- ya tiene rasgos culturales que son muy profundos y de lo más difícil de erradicar. El sentido de pertenencia que las bandas otorgan a los más jóvenes y el desarrollo de lealtades con las jerarquías criminales conforman un horizonte complejo para cortar de raíz un monstruo de innumerables cabezas. Por eso la ruta del dinero, de las balas, de las armas siguen siendo los caminos más efectivos para cercenar los tentáculos más poderosos.