A dos años de la sanción de la ordenanza de Pirotecnia Cero, algo se está transformando en la manera de ver las cosas de los casildenses. Al menos, se palpa una reducción en la utilización de ese tipo de artefactos explosivos desde el 2017 hasta esta parte. Durante la medianoche de Navidad, vecinos de distintos puntos daban cuenta de una baja notable en la contaminación sonora. El paso hacia adelante, por fin se dio.

Nueva Roma, Alberdi, Barracas, Granaderos a Caballos, Centro, fueron los puntos en los cuales se adujo que los petardos y cañitas voladoras solamente se sintieron como un leve sonido de fondo mientras las familias estrechaban sus copas.

En lugar del descontrol y el desborde de encender una mecha, los niños y adolescentes se divirtieron con algún juguete, una pelota o algo que salió de la bolsa de Papá Noel. Los adultos, escogieron subir el volumen del televisor con alguno de los especiales musicales de fin de año, o bien sacar el parlante a la vereda y darle rienda suelta a una lista de reproducción más movida. 

La elección sana y consciente, le ganó a la alteración y el riesgo de exponerse a quemaduras de forma innecesaria. Incluso algún que otro cachorro pudo pasear por la vereda con más tranquilidad que otras épocas y no tener que correr despavorido y sin rumbos. 

El reflejo se hace más notorio con la palabras de las autoridades locales. En el Hospital San Carlos prácticamente no hubo ingresos por manipulación de artefactos pirotécnicos, en tanto que el teléfono del 147 registró pocos reclamos por transgresión de la norma vigente.

¿Todavía quedan aspectos sobre los cuales trabajar? Por supuesto. Pero la evolución merece ser remarcada. Incluso en pueblos vecinos como Pujato, Arequito y Sanford, hubo actitudes para imitar. La medianoche del 1 de enero será otra prueba de fuego para demostrar la madurez. O más bien, otra prueba de NO fuego. Paz, amor y empatía.